Cascada del Purgatorio
3 de Enero de 2009
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Esta es una ruta de ida y vuelta de aproximadamente 12’2 km, con una dificultad sencilla, pues no tiene desniveles destacables y el camino esta en muy buen estado, excepto los últimos 200 metros que hay que andar sobre alguna que otra piedra, y que discurre desde el Puente del Perdón, frente al Monasterio del Paular en Rascafría (Madrid) hasta la llamada Cascada del Purgatorio.
Presentación fotográfica del día
Buenos dias Amigos Trotineros, esta excursión la recordaremos sobre todo por el miedo que pasamos. Pero no adelantemos acontecimientos.
Quedamos como siempre tempranito (hacia años que no me sentaba tan mal escuchar el despertador, despues de darme cuenta que no tenia que ir a currar, la cosa cambio) La mañana estaba como para darse media vuelta y no salir de la cama. Oscura, fria y lluviosa. Pero ya era tarde para cambiar de planes, lo mejor echarse al monte e improvisar sobre la marcha. La idea inicial era subir al pico del Aguila, o en su defecto si el tiempo estaba mal darse un garbeo por las cercanias de Cercedilla. El tiempo no estaba mal, estaba peor. un dia desangelado, humedo, fíio y la lluvía cada vez caía con más fuerza. Nos metimos en la cafeteria de la estación de Cercedilla a tomar un cafe calentito y hacer tiempo para ver si escampaba. A medida que aumentaba la lluvia, también aumentaba la pereza por echarse al monte, total que decidimos cambiar de paisajes, e irnos a la Granja de San Ildefonso a pasear por los jardines y comer por allí.
Cojimos el coche y subimos por Navacerrada. Al llegar al puerto estaba todo completamente nevado, estaba tan bonito que quisimos parar para hacer un poco el tonto con la nieve y tirarnos unas fotos. Esta decisión marco nuestro destino del dia. Intentamos aparcar el coche, tarea que fue imposible. A tope todo, ni un hueco donde dejar el coche.En busca de sitio nos dejo orientados en dirección a Cotos y avanzamos buscando un lugar donde poder dar la vuelta, para ir en dirección a la Granja, tarea que fue imposible dada la gran cantidad de nieve acumulada y la cantidad de coches que había por todos lados (habia mas gente que en un "afterhauers" a las 12 del mediodia) y tiramos para Cotos. Cuando estabamos casi llegando empezo a nevar copiosamente, al principio muy bien, que bonito. Joy, joy, joy feliz navidad, que chuli, sobre todo viendolo desde el confort proporcionado por la calefacion del coche. En Cotos la misma historia de navacerrada, ni un p.... hueco donde dejar el coche, y ahi empezaron nuestros problemas.
Con mucha pena por nuestra parte porque todo estaba precioso y achuchados amablemente por la guardia civil tiramos en dirección al Paular. No habíamos avanzado ni cien metros cuando tuvimos que parar, se formo un pequeño tapón de varios coches provocado por dos todoterrenos de la guardia civil. Estando parados no entendíamos nada, no sabíamos si la carretera estaba cerrada, o que pasaba. Un quitanieves paso en dirección contraria cual camicaze con diarrea, a toda hostia, si Juan Carlos no se aparta un poco le tunea el coche pero bien. Seguía nevando cada vez con mas fuerza y seguíamos parados perdiendo un tiempo precioso y la carretera cada vez mas blanca. Ya se empezaba a notar la preocupación en nuestras voces. No podíamos avanzar, ni tampoco dar la vuelta. La carretera se helo en un momento. Vimos un coche en sentido contrario cuesta arriba que las estaba pasando canutas para poder avanzar. Se iba para todos lados menos para adelante le tuviero que ayudar 4 guardias para enderezarlo. Cuando consiguió salir los guardias volvieron a sus vehículos y se las piraron a toda prisa, allí que nos dejaron sin saber si la carretera esta bien o fatal.
No tardamos ni un minuto en comprobar que durante los 15 minutos que estuvimos parados la carretera se cubrió con una capa de hielo estupenda para el patinaje artístico, no para circular. Arrancamos con muchisima precaución, no había mas narices que avanzar y tirar "pa lante". El coche se notaba que cada vez patinaba más. Un silencio sepulcral había en el coche roto de vez en cuando con voz temblorosa por las bromas que nosotros mismos hacíamos de la situación, más para mantener la calma y espantar el miedo que poco a poco nos invadia y alejar malos presagios. La verdad es que acojonaba el asunto (si llego a ser yo el que conducía hubiera perdido por lo menos 20 kilos) y seguía cayendo la nieve, cosa que ya no nos hacía tanta gracia. Poco a poco y gracias a la pericia al volante de Juan Carlos fuimos avanzando, era inversamente proporcional lo poco que avanzabamos y lo mucho se se estaba encogiendo el estomago. La tensión iba en aumento y la carretera seguia blanca.Los coches que subian tenian todos cadenas, y no sabiamos si nos estabamos metiendo en una encerrona. Risas nerviosas, la tension se mascaba. Poco a poco fuimos perdiendo altitud y la nieve paso a ser agua. La carretera se empezaba a ver y poco a poco fuimos cogiendo confianza pero seguiamos avanzando pisando huevos. Por fin, suspiramos al llegar a una zona donde no había nieve y la carretera estaba bien, pero creo que la tensión acumulada por Juan Carlos le impedia acelerar y asi al tran tran llegamos a la zona de las Presillas. Nos paramos y, aunque llovía un poco, bajamos a estirar las piernas y a soltar la tensión acumulada.
La idea era un paseito por las Presillas y luego ir a comer a Rascafria, con lo cual no cogimos las mochilas, error que luego pagamos pasando mas hambre que el perro de un ciego. Aunque llovía, para soltar los nervios apetecía pasear, con lo cual el paseo por las Presillas nos supo a poco, y seguimos por un camino ancho y comodo. Llaneando poco a poco nos fuimos adentrando en el bosque, y en animada charla fuimos avanzando sin un rumbo concreto. Al cabo de un rato dimos con unos paisanos que le preguntamos la distancia hasta la cascada, nos comentaron por donde se llegaba y que se tardaba como una hora. Esto nos animó a ir a verla. Nuestra pereza de por la mañana a echarnos al monte, cambio por unas ganas enormes de caminar, supongo que para contrarestar el mal rato pasado en el coche.
La excursion se convirtió en un agradable paseo, el camino no era malo y no estaba demasiado embarrado. Se andaba bien. Llovía a ratos pero suavemente y no hacia frío. El campo y el bosque tenían un color y un brillo especial. A ambos lados del camino estabamos rodeados de unos densos bosques de Robles, ya con pocas hojas. Entre los árboles desnudos se divisaba a lo lejos los montes con el gran contraste entre el verde y el blanco. Y las hojas caídas enmoquetaban el monte de un rojizo especial. Se respiraba paz, no se escuchaba nada más que los ruidos del bosque y nuestras risas. No había nadie, el monte para nosotros solos (ventajas de ir al campo en día de lluvia) seguimos avanzando y poco a poco, olvidadas ya las tensiones, fuimos cogiendo buen ritmo, tanto que estábamos empapados pero de sudor, y aflojamos la marcha.
Poco a poco caminabamos por una suave pendiente, y el bosque de Robles poco a poco se convirtió en un pinar de los magníficos pinos silvestres que con la humedad y las nieves que ya empezabamos a ver creaban un magnifico paisaje. A todo esto caminabamos a vera del río que traía bastante agua con lo cual su sonido nos acompañaba todo el trayecto y nos envolvía ayudando a darle magia a la excursion.
Ya estábamos cerca de nuestro destino cuando el camino se complicó un poquito. Barro, nieve y hielo y el sendero empinado. Mi cóctel preferido. el camino no era tan malo pero dado mis inseguridades (no olvidar que encabezo el ranking de accidentes trotineros) ralentizamos la marcha y así al tran tran, trote cochinero y reductora llegamos a la cascada. No es una gran casacada pero el paraje estaba muy bonito. El agua caía con fuerza y su ruido rebotaba en las altas paredes de piedra que nos rodeaban creando un decorado muy especial.
Pese a no ser una gran caminata y con camino fácil de repente nos dimos cuenta de que estabamos cansados (algo tendría que ver la aventura por carreteras Siberianas) y con muchisima hambre, con lo cual volvimos ligeritos en busca de los bocadillos que tan ricamente nos dejamos en el coche. La estancia en la cascada hubiera sido perfecta si le hubieramos podido incar el diente. Al trote cochinero, esta vez sin reductora volvimos rapiditos hasta el coche que lo dejamos aparcado en el Monasterio del Paular, donde nos refugiamos bajo la arqueria del patio central para desgustar nuestro ansiado almuerzo. La degustacion fue vista y no vista dado el hambre que traíamos, pero aún así nos quedamos fríos y no esperamos a que abrieran el monasterio para visitarlo. Necesitabamos algo caliente con urgencia. Y nos acercamos al cercano pueblo de Rascafria en busca de un café calentito donde reconfortar nuestros huesos.
Resumiendo fue un dia estupendo improvisando sobre la marcha, segun las circunstancias. Que pese a lo que prometía el día al final salio muy bien. Cuando salimos por la mañana, no sabíamos muy bien por donde trotariamos y al final acabamos precisamente donde desechamos ir el dia anterior. Estabamos predestinados a ir al Purgatorio, pero antes pasamos por el infierno.
Esta excursion la hicieron el Sábado 3 de Enero de 2009 Juan Carlos (que aprobo el curso de conducción invernal) Alberto y Fernando, que se alegraron del aprobado.
FERNANDO (Klarin)
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