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Trote Cochinero (Charlis, Klarin, Uxama, Enrique).

Subida a la Maliciosa desde la Barranca

Subida a la Maliciosa desde la Barranca

19 de Julio del 2.008

 Descripción de excursiones y senderismo

La tarde era calurosa cuando a las 17:30 de la tarde nos dirigíamos a la Barranca, lugar de inicio. No apetecía demasiado caminar bajo la calorina del día. Se llegó sin dificultad por la carretera de Colmenar. Aparcamos el coche en frente hotel y antes de emprender la subida nos metimos una cerveza en la cafetería. Esta estaba tranquila y apenas un par de matrimonios mayores ese solazaban después de la siesta bajo los pinos de la terraza, donde el único ruido eran unos pocos pájaros.

Nos dio pereza comenzar. Fernando sabía que había que ascender pero desconocía el grado, pero yo era plenamente consciente del nivel de dificultad, era la tercera vez que la recorría. La cerveza estaba fría y comentábamos animados nuestras últimas andanzas por el Camino. Se estaba bien en aquel lugar que protegía del calor exterior. A las siete menos cuarto cargamos las mochilas y comenzamos a recorrer el camino de tierra que parte al lado del pantano. Entre los pinos se iba bien aunque la ascensión comienza ahí mismo. El recorrido era obvio hacia el fondo del valle. La conversación no faltó.

Hicimos algún recorte al camino pero básicamente le continuamos todo el rato en una suave subida. En un zig-zag abandonamos el camino para subir a la fuente de la Campanilla. Allí mismos hicimos una breve parada a repostar. Ya estábamos sudados pero todavía había fuerzas, solo llevábamos cuarenta minutos y 240 metros de desnivel. Por detrás de la fuente se inicia el sendero que lleva al collado del Piornal o del cubo de basura, como nosotros le bautizamos. Desde aquí la vista de la Maliciosa se hace angosta y deprime observar lo mucho que queda de ascensión, es conveniente ver el hermoso paisaje pero no pensar en lo que queda, os juro que deprime. Durante un rato nos acompañaron los pinos, pero cada vez estaban más desperdigados y las piedras eran más frecuentes. La conversación cedió ante una respiración forzada, las fuerzas e empleaban en la ascensión.

Al cuarto de hora dejé de oír a Fernando, mire para atrás y estaba resoplando con la camisa empapada de sudor, se había sentado a reponerse del esfuerzo. Esto se repitió dos o tres veces. El camino se retuerce sobre si mismo buscando y acompañando la bajada del arroyo. Nos encontramos con un grupo de tres personas que bajaban de la Maliciosa. Habían empezado a las tres de la tarde en Navacerrada y ya iban de retirada. Me puse en su lugar y me asombré de lo mucho que aguantaban el calor. Nos dieron ánimos y breves momentos de conversación.

A mitad de la subida se pasa por un trecho donde el sendero desaparece y se tiene que ascender por una pequeña pedrera. El piornal se hace cada vez más frecuente y el paisaje que se observa, en cada parada, era más amplio y hermoso. Estábamos por encima de la línea de los pinos. También os cruzamos con un individuo que estaba bajando con sandalias sin calcetines que nos pareció una especie de hippie que apenas se digno a darnos las buenas tardes. A las nueve y cuarto llegamos al alto del piornal, habíamos ascendido a los 2076 metros desde los 1380 en que se encontraba la Barranca.

Fue una subida dura por lo concentrada de la misma. Hubo momentos en que se dudaba que se pudiera seguir ascendiendo. Fernando llegó a amenazarme: - La próxima vez te ato u ancla a la mochila para que subas más despacio. En el alto se siente uno orgulloso del reto vencido. Las vacas pacían tranquilas permitiendo ver las antenas de la Bola del Mundo y los altos de Peñalara, Valdemartín y Cabezas de Hierro Mayor y Menor, todos ellos de altura superior a los 2200 metros. Por la derecha se ve la suave subida a la Maliciosa. La parte dura de la ascensión acabó aquí, ya sólo resta una subida más tendida que lleva al borde del barranco y posteriormente por un leve cresteo llegar a la cima. De frente se desciende hasta la Pedriza pero nosotros continuamos hacia nuestro destino, ya a estas horas se notó la bajada de la temperatura.

Llegamos a un collado al borde de la cuesta donde era posible ver todo el valle de Madrid y distinguimos con facilidad los pueblos de Villalba, Guadarrama y, al fondo, el Valle de los Caídos y el Escorial. Por encima se veía el alto de los Leones y después la llanura segoviana. Se distinguía la Comunidad de Madrid a nuestros pies, aunque una ligera bruma nos impedía dominar la ciudad. Aún así fascina ver la autopista de la Coruña con sus luces, los pueblos del llano y sobretodo los montes solitarios y sin luces. Es alucinante lo resplandeciente que se encuentra la llanura de Madrid a diferencia de la segoviana, que se ve oscura y libre de contaminación.

Junto al borde, entre unos peñascos que algo nos protegían establecimos el campamento. Esterillas al suelo y sobre ellas el saco. Lo angosto de la zona nos colocó distantes a Fernando y a mi, pero había que aprovechar los pocos llanos de los que disponían. Ya oscureciendo y con solo una leve luz en el horizonte comenzamos a dar cuenta del bocata que nos serviría de cena. Apenas habíamos empezado cuando un grupo de seis personas pasaron junto a nosotros. Eran unos amigos que habían decidido ir a la Maliciosa desde Navacerrada en una marcha nocturna. Estaban recorriendo de forma metódica todos los dos miles de España, y hoy les había apetecido ver la luna llena desde este pico. Conversamos un rato con ellos y comprendimos que los aficionados a la montaña son muchos, y cada cual tiene su forma de comprenderla y amarla.

A nosotros nos quedaban unos diez minutos para llegar a la cima pero preferimos hacerlo mañana con una mejor luz, aquí teníamos un hermoso observatorio con algo de resguardo del viento. Era fascinante el cielo estrellado con una luna llena que inundaba de luz. Los ojos se acostumbraban y permitían seguir el camino.

Aquí nos sentíamos pequeños ante la grandeza del entorno. Se notaba el frío, ¡que diferencia de la temperatura entre las siete de la tarde y las once de la noche! Ahora apenas hacía diez grados. Conversamos Fernando y yo de las diversas vicisitudes de nuestra subida, pero siempre con orgullo. Una vez realizado el esfuerzo me maravillo de haber superado un reto. A las doce y media nos metimos en los sacos. Creíamos que la zona ya estaría tranquila, pero divisábamos luces de linternas en Valdemartín y Cabezas de Hierro. Había más gente que había tenido ideas similares a las nuestras. Pensando estas cosas volvimos a oír a los caminantes, que ya iban de vuelta. Poco después me quedé dormido en paz conmigo mismo.

A las dos y media me despertó la voz de Fernando que daba aviso a otros caminantes, para que no nos pisaran o se llevaran un buen susto por nuestra presencia. Eran otro grupo de chavales que iban dando voces. Estos iban de botellón al alto. Habían partido de Navacerrada a las doce de la noche. Pensé que aquello era la Gran Vía de la sierra y lo que pensaba que sería soledad y tranquilidad se había convertido en un constante ir y venir. Hacía frío fuera del saco pero el cielo estaba precioso e iluminado por la gran lámpara de la noche.

A última hora me quedé dormido y fui despertado por el sol iluminándome la cara. Fernando ya se había levantado y estaba sentado en una piedra dando cuenta de su primer cigarrillo. No terminé de abrir los ojos cuando un corredor pasó a nuestro lado dándonos los buenos días. Nos sorprendió como saltaba de piedra en piedra, cuando nosotros íbamos despacio él no tenía temor a torcedura alguna. Tras un leve desayuno de zumo y galletas recogimos el campamento y nos dirijimos a alto. Eran magníficas las vistas desde la piedra del punto geodésico, pese a una ligera bruma. Se distinguían perfectamente la Pedriza al fondo y los pueblos de la llanura. Me agradó esta visión desde esta atalaya de rapaces. Me imaginé las sensaciones de los pájaros desde la altura viendo pasar a sus pies tierras llenas de vida y sintiéndose libres. En el alto estuvimos poco rato pero la satisfacción fue notable.

Desde aquí volvimos sobre nuestros pasos hasta el collado de la papelera,, pero las sensaciones fueron distintas a las de la tarde-noche anterior. La luz deslumbraba y amenazaba un día caluroso. Las cosas cambian sus características con la luz e influye directamente sobre nuestro estado de ánimo.

Ascendimos hasta la Bola del Mundo (Alto de Guarramillas) en poco más de veinte minutos desde el collado del Piornal y otros veinte más desde la Maliciosa. Este era nuestro segundo dos mil del día (2268) y punto más alto de la marcha. También es cierto que no habíamos bajado de esa altura desde que llegamos a la papelera. Aquí las antenas me recordaron mi niñez, cundo salía al campo o iba por la carretera y era un punto de referencia desde muchos puntos distintos de Madrid o Segovia.

Aunque afea el paisaje me resultan entrañables esas antenas con forma de cohete. Apenas paramos un momento para fotografía, teníamos ganas que estuviera abierto el bar del remonte para tomarnos un apetitoso café.

Desde aquí por una pista de cemento que da servicio a las instalaciones desde el puerto de Navacerrada, bajamos hasta el remonte de la estación de esquí. No tuvimos suerte, estaba cerrado a cal y canto. Hoy no tocaría tomar la ración correspondiente de café. Continuamos la bajada dirigiéndonos a la cuerda de la Cabritillas (1960 metros) en la que abandonaríamos la pista. Nos sorprendió el esfuerzo de algunos ciclistas que remontaban hasta la misma Bola con bicicletas de carretera. No conozco el Anglirú pero puedo asegurar que este tramo de dos kilómetros hay algunas rampas que se aproximan al 20 por ciento. ¡Vaya esfuerzo!

En la cuerda hicimos un parada a tomar el resto de los bocatas que habían quedado de la cena del día anterior. Se estaba bien al sol después de una noche fresca. Comprendí las sensaciones que debe tener un lagarto solazándose sobre las piedras de granito.

Todavía nos quedaban unas dos horas de caminata y queríamos llegar pronto a Madrid. Cogimos la senda de la tubería que tras una primera brusca bajada se encuentra una fuente de agua helada que nos vino muy bien para reponer las reservas. Seguimos por la misma senda bajando de una forma suave y con vistas al pequeño valle de la Barranca. Abundan los pinos y en muchos momentos dan protección a la senda. Es posible ver la Maliciosa y las antenas del Alto de Guarramillas en un paisaje muy representativo de este macizo central. Es un agradable paseo en suave descenso.

Sobre la llegamos al mirador de las Canchas (1760 metros) donde revisamos los paneles para descubrir los diversos montes que rodean el valle. Aquí había mucha gente que había aprovechado el domingo para degustar de un magnífico paseo. Ya desde aquí cogimos el camino que nos llevaría en algo menos de una hora al aparcamiento del fondo del valle. Aquí dimos cuenta de una apetecible cerveza y una posterior comida sentados en la agradable terraza del hotel.

Se podría resumir como una subida dura y muy montañera con un desnivel de unos 850 metros, donde es destacable el tramo desde la fuente de la Campanilla hasta el collado del Piornal. A las cuatro de la tarde emprendimos la vuelta a casa con el espíritu feliz de haber cumplido un sueño y una noche en uno de los dos miles de la Comunidad de Madrid.

Uxama

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