Pelegrina-La Cabrera-Aragosa
23 de Noviembre de 2008
Si quieres descargar la ruta para verla en Google Maps o Google Earth(3D) pincha aqui
Esta es una ruta de ida y vuelta de aproximadamente 25’7 km, con una dificultad sencilla, pues es completamente llana, excepto el pequeño desnivel de unos 300 m al principio de la misma ( y claro tambien al final) , y el camino está en muy buen estado, discurriendo en el valle del Rio Dulce que une los pueblos alcarreños de Pelegrina con Aragosa.
Descripción de Excursiones y Senderismo
Otra vez estábamos de vuelta en Pelegrina. Salimos de Madrid sobre las 9’00h, paramos a desayunar como la otra vez, dejamos el coche en el mismo sitio de la otra vez, es decir en el parking de entrada a Pelegrina, y sobre las 10 y veinte de la mañana comenzamos a caminar. Esta vez si sabíamos a donde queríamos ir y donde empezaba la ruta: nada mas cruzar la carretera comienza un camino a mano derecha del pueblo que tras una fuerte bajada nos deja en el valle que vamos a recorrer durante toda la jornada.
Después de esta bajada de unos 300 metros, el camino ya discurre por el fondo del valle, que en este tramo está muy abierto, se convierte en una agradable ruta llana durante los próximos 12 Km. Como ya he dicho, el comienzo de esta marcha trascurre por el fondo llano del valle del río Dulce, y a unos 100 metros del final de la bajada nos encontramos con una bifurcación del camino: una rama nos lleva de frente hacia Sigüenza y que nos saca del valle (esta marcada como la ruta del Quijote) y la otra gira un poco a la izquierda, siguiendo el valle.
Esta es la rama que tomamos y que durante unos pocos kilómetros (unos 3) acompañada de tierras de labranza, y que si miramos hacia atrás, vemos el pueblo de Pelegrina dominado por su Castillo. Como he dicho, el camino es tremendamente cómodo y entre una agradable conversación, Fernando y yo llegamos a las ruinas de lo que convenimos que podían ser de una antigua venta. El camino sigue por el valle, que cada vez se cierra más, dejando las tierras de labranza y se convierte paulatinamente en un bosque en galería a las orillas del río Dulce. A unos 3,5 Km. aproximados el valle ya está completamente cerrado, y cruzando el río Dulce por un puente, dejamos la orilla derecha del río para colocarnos en la izquierda. Aquí el camino se vuelve un poco más agreste, estrechándose un poco, pero tras unos pocos metros, nos encontramos en el pueblo de la Cabrera.
Es un pueblo pequeño, con casas antiguas y poca gente (al menos solo nos cruzamos con un par de cazadores, que por cierto estaban hablando de que iban a comer cocido lo que nos hizo que segregáramos jugos gástricos…). Se entra al pueblo cruzando una explanada que debe de hacer los efectos de parque del pueblo, pasando al lado de un frontón a la vera de la iglesia del pueblo. En la puerta de la iglesia se puede seguir todo derecho, siguiendo un canal de aguas cristalinas, terminando a unos 300 metros en una antigua piscifactoría, que todavía en uso, cría truchas. Estuvimos dando un vistazo a la misma y preguntamos por el camino de Aragosa. Allí nos informaron que debíamos retroceder hasta la iglesia, cruzar el puente sobre el río Dulce, y nada más cruzarlo, tomar el camino que sale a la izquierda. Aquí es donde nos dimos cuenta que nos habíamos echado un amigo que nos iba a acompañar durante los próximos 8 kilómetros (hasta Aragosa): un gran perro blanco, parecido a un mastín pero de lo más simpático. Tomamos el citado camino, y saliendo del pueblo, volvemos a sentirnos dentro del llano valle del río Dulce.
En este tramo del camino, la administración ha marcado algo parecido a una senda botánica, en con distintos carteles que van explicando las distintas especies arbóreas que componen el bosque por el que trascurre el camino, algo muy interesante. Después de aproximadamente unos 2 kilómetros, el valle toma la forma de una U, y llegamos a un bosque de encinas en las zonas más alejadas del río y de chopos en las más cercanas, donde existen una serie de paneles informativos que explican la flora, fauna y geología del valle. Incluso un poco más abajo y sobre la misma orilla del río, existe un pequeño balcón sobre las mismas orillas del río, con un panel que explica los orígenes del nombre del río Dulce y donde nace el mismo.
Seguimos el camino, acompañados de nuestro amigo, encontrándonos con algunos excursionistas. El camino sigue por la margen derecha del río, acercándose y alejándose del mismo entre encinas. Nuestra conversación seguía agradable, hablando de lo divino y de lo humano, llegando nuevamente a unas ruinas a la derecha del camino. Cerca de las mismas y sobre una explanada hay un cartel que informa que está prohibido acampar, y las mismas consisten en una gran casa larga, con una puerta al final de la misma marcada con el titulo de GUARDAS. Aquí el camino se encuentra a unos cuantos metros sobre el río, y en el margen opuesto al nuestro entre la maleza aparecen las ruinas de lo que parece un complejo fabril de principios del siglo XX. Estas ruinas parecen como si estuvieran en estado de rehabilitación: había una grúa pluma e incluso materiales de construcción, pero parece que la actividad había cesado hace tiempo. Lo que más nos extraño, es que dentro del complejo de edificios aparecía uno más pequeño, con una espadaña con campanas y que parecía una capilla. ¿Que podía hacer una capilla ahí?, esto nos desconcertó y nos dio rienda suelta para elaborar diversas hipótesis sobre lo que podían ser la ruinas. ¡Si alguien sabe lo que es y nos lo dice se lo agradeceremos! Incluso intentamos acercarnos, puesto que el camino un poco más adelante tiene una bifurcación, que tomando la dirección de la izquierda, se acerca al río y que creíamos que podría tener un puente que nos cruzara a la orilla, pero tuvimos que desistir, puesto que no lo encontramos. Retrocedimos hasta la bifurcación y retomamos nuestro camino
Os recuerdo que seguiamos acompañados de nuestro amigo el can: nos adelantaba y nos esperaba a que llegaramos, o se retrasaba y cuando se sentía solo emprendia una carrera hasta nuestro encuentro, en fin como si fuera nuestro. El valle aquí se vuelve a cerrar, y el bosque el galeria de chopos se hace más evidente, pena que ya en estas fechas, finales de noviembre, los chopos no tengan hojas, pero esto en octubre con las hojas amarillas tiene que ser una maravilla. Sin solución de continuidad el valle vuelve a abrirse y nuevamente nos encontramos que el camino esta rodeado por tierras de labranza, dando una gran curva, siguiendo un meandro del río, hacia la izquierda. Ya estábamos un poco cansados, puesto que desde que salimos hace aproximadamente 10 Km. no habíamos parada para nada y no veiamos el pueblo de Aragosa, nuestro destino, pero sabiamos que por la distancia recorrida debiamos de estar al llegar. ¡Estabamos empezando a paladear una cervezita! y si encima nos daban algo de comer miel sobre hojuelas (no olvideis que unas dos horas antes ya había tenido un primer bombeo de jugos gastricos debidos al cocido de los cazadores de La Cabrera) puesto que ya era casi la una de la tarde.
Caminado por nuestro camino, acompañados por nuestro infatigable amigo, detrás de una curva del camino nos topamos con el cementerio de Aragosa. Era un cementerio pequeño, bien cuidado y lleno de flores, puesto que unas tres semanas antes había sido la festividad de Todos Los Santos y el día de los Difuntos. Un poco más adelante y tras otra curva entramos en el pueblo. A la izquierda, a la vera del río hay una pequeña explanada, en la que se encuentra un tobogán y un par de columpios y unos bancos de piedra dispuestos de manera circular alrededor de una mesa baja también de piedra. Indudablemente nos encontrábamos en el parque de este pequeño pueblo. En este punto, el camino se convierte en la calle Real del pueblo, y decidimos seguirla buscando nuestro ansiado bar. No nos encontramos con nadie, excepto con un par de parejas de turistas, a los que preguntamos si sabían donde estaba el bar, pero lo desconocían. El pueblo es pequeño, y cuando nos quisimos dar cuenta ya habíamos salido del mismo. En una de las casas finales, una pareja con su hija pequeña se disponía a salir a tomar el Sol, puesto que aunque el día estaba un poco frío era soleado, así que le preguntamos por el bar y la respuesta fue negativa: En Aragosa no hay bar. Nuestro gozo en un pozo, nos habíamos quedado sin cerveza y sin comida caliente, así que retrocedimos hasta el “parque” dispuesto a dar buena cuenta de los sándwiches que llevábamos en la mochila y que regaríamos con una excelente agua reserva del 2008 embotellada en nuestras respectivas camelbacks.
La alegría que le dio al perro cuando vio que sacábamos cosas para comer, pero ¡Oh!, para desdicha suya no había nada de carne: atún, salmón, queso, apio…. De todas formas no perdió la esperanza e intento ver si podía comer algo de lo que llevábamos. Mientras almorzábamos, llego la pareja con la niña que habíamos visto antes, y que llegaban al parque para que jugara la niña. Les preguntamos si conocían al perro, pero les era extraño. Al momento llegó una conocida de ellos en un vehículo todoterreno, y nos dijo que el perro no le era desconocido: quizas fuera del médico de Pelegrina. Esto nos cuadraba, puesto que entonces recordamos que cuando llegamos en coche por la mañana a Pelegrina le vimos merodeando por el centro de información de vistantes que se encuentra a la entrada del pueblo.
Eran ya las 2 de la tarde, y teniendo en cuenta el tiempo que habíamos empleado en llegar desde el coche y las horas de luz que nos quedaban decimos volver. En estos momentos nos dimos cuenta que el perro ya no nos acompañaba y nos entristecimos un poco. Deshicimos el camino que habíamos hechos, y adelantando a unas parejas de excursionistas volvimos a una de las partes cerradas del valle, en donde vimos buitres sobre la crestería. Otra vez pasamos por las ruinas “fabriles” y nuevamente intentamos acercarnos a ellas, sin éxito.
Siguiendo el camino, llegamos a La Cabrera, y como teníamos sed, reanudamos la búsqueda del bar perdido. Recorrimos la calle principal del pueblo, que también es la carretera de acceso al pueblo, y no encontramos nada. Otra vez volvimos a preguntar y la respuesta fue negativa pero quizás un poco menos frustrante que antes: no había bar pero si una máquina de refrescos en un local frente a la iglesia. Bueno, menos da una piedra y podríamos beber algo distinto de agua: ¡coca cola! Nos sacamos nuestras dos latas, y sentados en un banco al lado de la iglesia las degustamos cual copas de Rioja Gran Reserva.
Como aquí el valle es cerrado y por tanto la luz empezaba a escasear decidimos reanudar la marcha, total solo nos quedaban 4 kilómetros. Por fin veíamos nuevamente Pelegrina con su castillo, y la cuesta que bajamos esta mañana nos amenazaba con su subida de 300 metros como postre para los casi 25 kilómetros que ya llevábamos.
Una vez subida la cuesta, otra vez a la búsqueda de bar para tomarnos un cafetito. Sabíamos por la vez anterior que vinimos que aquí si hay bar y sabíamos donde estaba, pero otra vez los hados hosteleros se habían puesto en contra nuestra: estaba cerrado. Bueno eran sobre las 6 de la tarde y la noche empezaba a caer lentamente. Entonces decidimos que de vuelta a Madrid, en el primer bar de carretera que viéramos, pararíamos. Así fue, y en la famosa venta del KM 103 de la carretera de Barcelona pudimos tomar nuestro café.
Así termino esta agradable ruta por el río Dulce. Ah, por cierto, durante la vuelta a Madrid en el coche nos enteramos que España había ganado la Copa Davis del año 2008 que se jugaba contra Argentina, en cuya capital, Buenos Aires, me encuentro en el momento de redactar este relato.
3 de Febrero de 2009
Juan Carlos-Charlis
0 comentarios