Nuestra conversación era fluida y, sin dificultad, permitía un avance fácil hacia el siguiente pueblo castellano, Valseca. En un par de ocasiones nos detuvimos y miramos hacia Segovia, donde se podía ver perfectamente la concentración de globos volando orgullosos sobre los edificios y la sierra.
A las ocho y media llegamos a la Ermita de San Roque. Fue construida en honor del santo patrón de la peste, que diezmo la población de la provincia en 1599. En Valseca fallecieron un tercio de sus ciudadanos, lo que motivó su construcción que finalizó en el año 1601.
Poco después pudimos ver la iglesia de la Ascensión; construída entre 1747 y 1749 de estilo barroco por Domingo Díaz Gamones, con numerosos retablos de diversos siglos, con algún vestigio de la antigua iglesia románica que se situaba donde se encuentra la actual.
No realizamos ninguna parada aunque buscamos la posibilidad de tomar un café, cosa que fue imposible al estar cerrado el único bar del pueblo. Con cierta resignación continuamos por los caminos agrícolas perfectamente señalizados por las flechas amarillas y algún que otro mojón.
En apenas una hora llegamos a Los Huertos entrando junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en su origen (siglo XVI) fue un edificio gótico al que se realizaron reformas en época barroca (siglo XVIII).
A las 10 de la mañana reemprendimos el recorrido por un camino que nos llevó a la ermita de Nuestra Señora de las Vegas, situada a unos dos kilómetros del pueblo. Allí estuvo la talla de la citada virgen que fue robada en la década de 1980, y que todavía no ha aparecido. Con el tiempo se hizo una reproducción que es sacada a hombros durante las procesiones.
Se desconoce la fecha de la que data la ermita, pero se sabe que ya en el siglo XII estaba construida, pues uno de los documentos desaparecidos con la talla así lo demostraba.
Poco después el camino gira a la derecha utilizando el desmantelado ferrocarril Segovia - Valladolid. Sus traviesas fueron arrancadas pero todavía quedan bastantes piedras que molestan a los caminantes. Es algo menos de kilómetro y medio pero a estas alturas se hace largo.
Este tramo termina en un puente sobre el Eresma, en la carretera que va a Carbonero. Seguimos esta carreterita durante unos quinientos metros hasta una casa que señala el inicio de un camino que nos meterá directamente en un pinar. La sombra de los árboles nos dio por momentos un cierto frescor, el sol calentaba bastante, las nubes de Los Huertos ya eran historia, habían desaparecido por completo.
En este zona Charlis quiso probarse y aceleró el paso. Yo decidí acompañarle. Dejamos a Klarín atrás, estaba necesitado de ingerir algo sólido. Este primer pinar ya nos mostró un suelo lleno de arena que molestaba y relentizaba la marcha. En poco tiempo salimos a campo abierto rodeados de cultivos de secano de trigo y cebada.
Con el paso emprendido pronto llegamos a Añe y esperamos a nuestro compañero junto a la ermita del Santo Cristo de los Afligidos, donde destacan la imágenes del Santo Cristo y la Virgen de los Dolores.
Ya todos juntos nos dirigimos directamente al bar del pueblo donde pudimos descansar un buen rato y tomar un fantástico bocadillo de tortilla de patata. Ya un poco respuestas las energías, después algo más de 20 kilómetros, preguntamos al camarero por el albergue. Nos dijo que las llaves las tenía el alcalde, que eran las antiguas escuelas y que tenía tres literas en una sala grande junto a un baño con agua caliente. Nos dijo que casi todos los días, en primavera y verano, pasaba algún peregrino pero que en invierno era diferente. También nos comentó que el bar sólo estaba abierto los fines de semana y que era conveniente traer algo de comer si se decidía pernoctar entre semana, el pueblo se suministraba de pequeñas furgonetas que traían un par de días a la semana el pan, la carne, la fruta y demás cosas.
Después de visitar el exterior del albergue continuamos el camino sobre la una. La salida del pueblo se realiza por el mirador del Soto junto al río Moros, donde se puede ver una gran fresneda. Hay que seguir durante un par de kilómetros la carretera que a estas alturas del día calentaba demasiado los pies. Esta carretera va junto al río y proporciona la perspectiva verde de los chopos que crecen a sus márgenes, alegrando un poco la visión.
Después de la carretera se continua la marcha por un camino que dirige al alto del monte donde se encuentran diversas antenas de comunicación. Esta fue la gran subida del día. No es de preocupar pues es tendida y suave aunque durante seis kilómetros se va elevando poco a poco. Es conveniente volverse a ver el paisaje. En este tramo Charlis reemprendió su prueba y fue alejándose poco a poco de nosotros, esta vez había decidido no correr tanto y ayudar a Klarín en su marcha. Se hizo un poco pesado este tramo por el sol que irradiaba su calor impenitente. Comentamos que hoy teníamos suerte que no fuera un día especialmente caluroso, y que una pequeña brisa nos ayudara.
Sobre las tres menos cuarto llegamos al alto y poco después al pueblo de Pinilla de Ambroz, una fuente nos recibió y no dudamos en darnos una buena mojada que refrescara nuestros cuerpos, a estas alturas ya cansados.
Tuvimos suerte y el teleclub estaba abierto en celebración de las fiestas de San Juan. La cerveza entró fantásticamente sentados en una mesa de un local lleno de gente que hablaba muy alto y hacia casi imposible oírnos. Los paisanos nos miraron al entrar como si fuéramos unos bichos raros. Algunos comentaron: "son peregrinos", todos miraban pero guardaban las distancias. Esto me hizo sentir incómodo y nada más terminar la cerveza salí a la sombra de un árbol a reposar mis pies cansados y mis oídos de conversaciones demasiado altas.
Al poco salieron mis compañeros y nos dirigimos hacia el camino que nos marcaban las flechas. Antes de salir del pueblo nos encontramos con su iglesia dedicada a San Juan. Allí había un prado sombreado por unos espléndidos chopos. La tentación de parar fue grande y caímos en la misma. Una siesta en estas horas es inevitable en estas tierras donde el sol goza haciendo sufrir a los osados que no le respetan. Despojados de las botas y apoyadas las cabezas en las mochilas nos relajamos durante algo más de una hora.
El placer llenaba nuestros cuerpos y el sueño se acercó a nosotros. Después de una noche de insomnio y veintiséis kilómetros de andadura fue inevitable dar alguna cabezada. Se estaba muy bien en esta pradera frente a la iglesia, que no muestra muy buen estado. Hacer el camino no es solo esfuerzo también son imprescindibles momentos de relajo.
Después de un rato de meditación profunda, y enfriamiento de los pies, el buen humor imperaba entre nosotros. Sabíamos que apenas nos quedaban seis kilómetros para nuestro destino de hoy, lo más duro ya lo habíamos pasado y tan sólo quedaba un poco más. A las cuatro y media reemprendimos la marcha por un camino en descenso que permitía ver la amplitud de la llanura castellana, apenas en el horizonte se podía distinguir algún pinar, el resto resaltaba el color dorado de los campos de cereal. Poco a poco nos acercó el camino a la vía de alta velocidad que va de Valladolid a Madrid, pudiéndose ver un poco más allá nuestro destino de hoy, Santa Maria la Real de Nieva. Esta vía de ferrocarril se atraviesa por un puente moderno que nos encamina directamente a la plaza.
En el paseo hacia el albergue nos encontramos con el hospitalero, Javier. Él junto con su esposa son los artífices de este albergue privado que se subvenciona con la voluntad de los peregrinos que allí pernoctan. El dormitorio es pequeño pero muy coqueto, se compone de tres literas cubiertas por unas agradables colchas de cuadros. También tiene un baño y una cocina con todos los utensilios necesarios para prepararse la comida. Es loable el esfuerzo de esta pareja que sin haber hecho el camino ofrecen una hospitalidad admirable.
Sin pensarlo nos dimos una ducha reparadora que nos quitara el polvo y nos tonificara el cuerpo. Ya con ropa limpia y con las chanclas nos dirigimos a disfrutar del pueblo. Visitamos el monasterio. Hermosa construcción donde destacan los capiteles historiados de su claustro.
Después de esto tomamos un reparador refresco en la plaza, protegidos por sus característicos soportales. (¡Recuerdas Klarín a nuestra amiga bielorusa!). Después de un día de esfuerzo estos momentos son fantásticos para reposar y comentar las incidencias del día.
Antes de la cena realizamos la compra del desayuno del día siguiente, sabíamos que en estos pueblos es difícil encontrar algo abierto antes de las diez de la mañana y nosotros queríamos empezar a caminar antes de las siete.
Para disfrutar de la cena tuvimos que andar cerca de dos kilómetros, hasta un hostal en la carretera que lleva a Segovia, pero después del descanso no nos costó demasiado el paseo con la perspectiva de una buena cena. Efectivamente esto sucedió y no nos amedrentamos a la hora meter en el cuerpo un buen plato de callos después de una abundante ensalada, tampoco faltó una botella de vino de la tierra. El precio del menú no supero los diez euros con las cervecitas iniciales.
De vuelta volvimos a parar en la plaza a tomar un "chisme" disfrutando de un frescor nocturno que agradaba los ánimos. A las once y media ya nos encontrábamos tendidos en las literas dispuestos a dormir después de un fantástico día de camino que mañana continuará.
Domingo 21/6/2009. Santa María la Real de Nieva - Coca.
Dormí profundamente y cuando sonó el despertador ya estaba despejado para empezar el día. Mis compañeros aunque oyeron bien el sonido se quedaron quietos para ver si podían seguir durmiendo un rato más, pero suavemente di los buenos días que respondieron con pereza.
Pese a todo a las seis y diez ya estábamos preparando los bártulos para este segundo día de camino. Calentamos la leche que acompañamos con zumo de naranja y cuatro magdalenas que preparara el cuerpo para el ejercicio.
Recogimos con el mayor cuidado que pudimos el albergue, siempre hay que dejar las cosas como las recibimos. Comenzamos caminando despacio hacia el pueblo de Nieva, esto se hace por un camino que evita la carretera y que salva el pequeño desnivel existente entre ambas poblaciones. Es rememorable la plaza de toros de Santa María, realizada con piedras de pizarra que le dan un color especial.
A esta primera hora los brazos se quedaban fríos pero pensando el calor que se pasaría después aguantamos estoicamente, la verdad es que ninguno llevaba un polar. En poco más de media hora llegamos a las calles de Nieva, que se atraviesa pegados a la carretera. A unos doscientos metros, después de las últimas casas, el camino se adentra en un extenso pinar que nos acompañará durante 9 kilómetros.
Al principio el camino es fácil y muy agradable, al poder degustar el olor de los pinares resineros y los sonidos de los pájaros, en especial algún que otro "cuco" despertaba al día. Después el suelo se vuelve arenoso y dificulta bastante el paso. Nos obligó en muchos momentos a salir a los bordes herbáceos para evitar hundirnos, aunque tenía el inconveniente de topar las piernas con las ramas.
La conversación era amable y distendida haciendo breve el recorrido hasta el final del pinar. Este dio paso a una gran zona de regadío previa a la llegada al siguiente pueblo. Este parece que se aleja según nos aproximamos a él. Fueron casi 3 horas las que nos costo llegar a Nava de la Asunción. Este pueblo está muy extendido y con mucha riqueza agrícola e industrial. Es destacable por su ermita del Santo Cristo de la Expiración y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
En el centro del pueblo realizamos nuestro almuerzo del día consistente en un buen bocadillo y un café con leche. Estuvimos cerca de una hora parados y hasta las 10 y cuarto no nos volvimos a poner en marcha. Hicimos las fotos de rigor a los monumentos, como casi siempre cerrados, y marchamos con tranquilidad por un camino de acceso a la vega de regadío donde entre otros productos se distinguía el maíz.
En unos dos kilómetros se atraviesan las vías de alta velocidad por un túnel y poco después nos adentramos en otro pinar con su característico suelo arenoso de difícil caminar.
Esta vez íbamos todos juntos conversando y pensando en nuevas aventuras. Después de dos horas paramos debajo de un pino a reposar un poco los pies.
Sólo quedaban veinte minutos para llegar al final de la ruta y hacíamos pereza en terminar.
La entrada a Coca se realiza encajonados entre el cañón del río Eresma y unas fincas agrícolas. Nos resultó curioso ver como en una de ellas había un mastín que cuidaba y jugaba con dos jabatos, sin que estos se asustaran por la proximidad del perro, eran amigos de juegos.
Sobre la una llegamos a la plaza, nos esperaba la Iglesia de Santa María la Mayor, construida sobre 1520 sobre los cimientos de una iglesia románica del siglo XII. De allí nos dirigimos hacia la muralla y la puerta de la Villa. Pudimos ver los Verracos prerromanos y descansamos tomando una refrescante cerveza en una terraza cubierta por los árboles.
Aquí se acababa este mini camino que nos ha enseñado la belleza variada y dura de la provincia de Segovia. Se inició en los bosques de pinos del Alto de la Fuenfría y termina con los campos de cereal y los pinares resineros. Estábamos tristes por tener que volver pero contentos por lo recorrido y visto en estos dos días.
Pronto continuaremos.
Uxama