Cercedilla - Segovia
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30 de Mayo de 2009
Cercedilla - Segovia
Presentación fotográfica del día
Hoy se reinicia el Camino de Santiago de Madrid de la Asociación San Guillermo de Arnotegui. Me toca de nuevo madrugar pero hoy no es para aguantar ocho horas de trabajo, me espera el aire libre, cuestas conocidas (no por ello menos duras) y un grupo de amigos.
Con la mochila llena de ilusión, agua y algo de comida me encamino a buscar a Fernando, hoy se quiere probar después de su infarto. Me crea alguna duda y temor su condición física aunque ya ha hecho algún paseo largo. El Alto de la Fuenfría es muy exigente con sus seiscientos metros de desnivel en menos de ocho kilómetros. Subiremos despacio e iremos viendo como va.
En Chamartín nos juntamos los caminantes. Excepto Fernando y yo ninguno conoce esta etapa del Camino de Madrid, les comentamos la dificultad pero les damos ánimos y quitamos hierro a sus temores. El grupo es variopinto, va desde los veinti pocos a casi sesenta, la forma física también es variada y las mujeres son mayoría. Pese a todo desde este momento ya somos grupo en una experiencia caminera.
Durante el recorrido en tren y en Cercedilla se nos incorporan nuevos elementos, al final seremos 13.
El paseo se inicia a las nueve y media en un día claro con nubes, la temperatura permite caminar sin problemas en manga corta y en los momentos de subida sudar. Al valle se le ve verde brillante con sus laderas desbordando la primavera después de un invierno muy duro. La vegetación grita a la vida después de las nieves que la durmieron.
El recorrido hasta el aparcamiento de Casa Cirilo se hizo un poco pesado, el ir por una acera o por el arcén de la carretera no estimula demasiado. También tengo que decir que la conversación y el ver los desniveles del entorno entretuvieron las cabezas. En todo recorrido es inevitable que la aproximación y la terminación sean las partes más pesadas, y esta no es de las peores. Las praderas de Casa Cirilo con sus mesas de granito incitaban a realizar un día campestre con tortilla de patata y filetes empanados.
En este punto se acumulaban cantidad de vehículos aparcados de gente que había ido a pasar un agradable día de campo. Nosotros aquí ya llevábamos cuatro kilómetros de una ascensión de unos ciento cincuenta metros de desnivel.
Algunos del grupo habían dejado aquí el coche y habían emprendido la subida despacio, entre otros Fernando, iban a subir despacio. El resto, que tampoco íbamos a correr, llegamos aquí ya sudando, alguno ya tenía dudas de donde se había metido pero entre todos les animamos a continuar.
En este punto la carretera desaparece y comienzan las marcas de puntos blancos mezclados con las flechas amarillas que son nuestro referente. Estos puntos marcan la ruta diseñada para pisar la Vía histórica. Esta Calzada romana data del siglo I de nuestra era, siendo emperador Vespasiano, general de gran prestigio y sucesor de Vitelio. Su trazado original era de Titulcia a Segovia, siendo el puerto de la Fuenfría el paso hacia la meseta segoviana. Sufrió diversas trasformaciones, sobre todo durante el reinado de Felipe V (1715/1746), cambiando parte del trazado original para dirigirlo hasta la Granja. Pierde vigencia a partir de 1750, con las obras de remodelación del puerto del León y se abandonó definitivamente con la construcción, en 1.856, de la carretera del puerto de Navacerrada.
El trazado, cercano a distintos arroyos, garantizaba el abastecimiento de agua, y obligó a la construcción de un número considerable de puentes, de los que pudimos disfrutar de tres: puente de la Venta (antes del centro de interpretación), del Descalzo y del Medio.
Poco después de pasar el puente del Descalzo una valla de madera se inicia la auténtica subida. Desde aquí se puede descomponer la ascensión en tres bloques con pequeños descansos, que permiten coger aliento al paseante. Aproximadamente cada uno de ellos duran entre 15 y 20 minutos.
En las pequeñas paradas se puede disfrutar del ruido de los picapinos y del arroyo que pasa en las proximidades. Si nos fijábamos bien podíamos ver como el polen amarillento de los pinos formaba pequeñas nubes a poco viento que hubiera. Estos eran una orgía de vida que lanzaban para fertilizar el monte con nuevos pinos.
Nos costó tres horas llegar al alto con las camisetas sudadas pero orgullosos del reto vencido. El paisaje y, en particular, el valle era esplendoroso, era un manto verde pegado a la montaña que daba contraste con las crestas de los montes conocidos y la llanura madrileña.
Sin descansar mucho en el alto continuamos, ya en suave bajada hacia nuestro destino. Aquí si que se podía disfrutar mucho más del paisaje arrogante, orgulloso y, sobretodo, hermoso. Las crestas de Siete Picos, Bola del Mundo y Peñalara nos acompañaron durante un buen rato. Al poco de bajar nos desviamos a coger de nuevo la calzada romana aquí alfombrada de hierbas y despojada de piedras. Pasamos por las ruinas del falso convento de Casarás. Las ruinas que hoy día podemos contemplar, corresponden a lo que fue un pabellón de caza de Enrique III, agrandado por Enrique IV y convertido en residencia real por Felipe II, por consejo de su secretario Francisco de Eraso, siendo el maestro de obras Gaspar de la Vega, y terminándose las obras en 1571. Posiblemente de ahí viene lo de Casarás, ya que la reconstrucción fue conocida primitivamente como "Casa Eraso", que en el habla popular derivaría después a Casarás. Junto esta casa hubo también un "pozo de nieve" para suministro del cercano palacio de Valsaín.
Un poco más adelante, en la fuente la Reina, hicimos una parada de quince minutos para refrescarnos en su hermoso chorro de agua fría. También sirvió para reagruparnos y compartir las peripecias y los sentimientos de la subida.
Después de esto marchamos durante una hora por este pinar explotado desde hace siglos y que sirvió para la construcción de los barcos del Siglo de Oro.
A las dos y cuarto paramos a comer en una fantástica pradera. Allí dimos buena cuenta de las viandas y de alguna bebida espirituosa que nos ayudó a degustar una breve siesta reparadora. Me encantan estos momentos, me siento libre y liberado de las tensiones diarias. Allí sentados en circulo y moviendo las mandíbulas tuvimos uno de esos momentos camino que tanto nos gustan.
Nos quedaban unos trece kilómetros para llegar a destino y el tiempo amenazaba con tormenta en algún momento. A las tres y cuarto nos volvimos a mover con pereza. Seguimos durante más de una hora por el bosque de pinos, para de repente abrirse y mostrar la infinita llanura castellano-leonesa. Ahora estaba todavía verde pero en breves día se tornará en ocre. Parece increíble tener las crestas cercanas a los dos mil metros en la espalda y al frente el llano que se funde con el horizonte. También se muestra la ciudad de Segovia con las torres orgullosas de la catedral como elemento más destacable.
En esta pradería pacían tranquilamente unas vacas negras con unos cuernos “vitorinos” que no nos daban tranquilidad, supongo que ellas se limitaban a mirar curiosas el paso de unos bípedos con la intranquilidad de lo desconocido.
En este tramo el camino se pierde, con la única referencia de un sendero unos centenares de metros más abajo. Sin demasiado problema se llegó al mismo dándonos paso a la fuente de San Pedro. Repusimos las cantimploras en su pequeño chorro.
Faltaba hora y media para coger el tren y dudábamos que llegáramos a tiempo. Teníamos la confianza que hubiera otro dos horas después, aunque no era seguro.
Atravesamos un par de cancelas que impiden la salida de ganado y poco después el puente sobre la vía del AVE. Aquí decidimos cambiar el recorrido y acercarnos a la estación de alta velocidad y llegar a Segovia en autobús con tiempo de coger el tren de cercanías de vuelta.
Aquí volvimos a tener suerte, un rayo había impactado en las vías del tren de cercanías y habían suspendido el servicio. Preguntamos por la vuelta desde aquí, ofreciéndonos billete en el Avant que venía de Valladolid que salía a las ocho y cuarto, llegando a Madrid en 32 minutos, y todo por un euro más que el otro.
Nos dio tiempo a una cervecita reparadora y a recorrer esta nueva vía que vuela bajo los montes que habíamos caminado.
Un día fantástico de sol y nubes por esta sierra del sistema Central.
Uxama
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