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Trote Cochinero (Charlis, Klarin, Uxama, Enrique).

Coca-Puente Duero

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Alcazaren - Puente Duero Si quieres descargar la ruta desde Alcazaren a Puente Duero para verla en Google Maps o Google Earth(3D) pincha aqui

3 - 5 de Julio de 2009

Coca - Puente Duero

Presentación fotográfica del día

 

Viernes 3/7/2009. Viaje de Madrid a Puente Duero y Coca.

Fin de semana de Camino de Madrid que se inició el viernes a las cinco de la tarde con un día de fuerte calor, julio tiene estas cosas. Pese a la calorina madrileña las cabezas estaban llenas de ilusión. Esta vez continuaríamos desde Coca (Segovia) para llegar a Puente Duero (Valladolid). Las mochilas ligeras de equipaje pero llenas de ilusión y muchísimas ganas de sentir libertad.

Este camino solitario pero lleno de espíritu caminero necesita concienciación para el calor y la conversación continua con uno mismo. También tiene la acogida entrañable y cariñosa de sus gentes. Estas proporcionan medios austeros para el descanso y solaz del caminante después de kilómetros bajo el sol impenitente y rompedor de voluntades. Pese a su moderna tradición jacobea ha sabido agarrar con fuerza lo que es la esencia de la peregrinación.

El recorrido, eminentemente llano, muestra el corazón recio castellano. Tierras de campos inmensos de cereal, pinares arenosos que hunden los pies intentando retener al peregrino entre sus sombras calurosas, y sobre todo, soledades actas para conversación interna y profunda.

Hay que recordar, pese a la poca edad del recorrido, la rica historia de sus pueblos. No hay población sin un detalle histórico que alimente la curiosidad del estudioso y que maraville al observador neófito pero que tenga la suficiente sensibilidad para emocionarse.

Esta vez decidimos el acercamiento utilizando dos coches, uno lo dejaríamos en Puente Duero y el otro al inicio, Coca. La salida y recorrido fue largo aunque se evitó bastante bien los atascos de la M-40 y M-50. Sobre las siete de la tarde llegamos a Valladolid. Visitamos brevemente el albergue, después de presentarnos al hospitalero que trasteaba por el jardín regando tiestos. El edificio está coquetamente instalado sobre una casa prefabricada de madera y un terrenito agradable de estar. Encantador sitio para el descanso.

Ya los tres en un solo coche, recorrimos los kilómetros a Coca por carreteras secundarias. Sin querer nuestros ojos escudriñaban el paisaje ligeramente ondulado buscando los lugares por los que pasaríamos en los dos siguientes días.

Desde el coche asustaba la llanura, predominaba el dorado con alguna que otra mancha verde de regadío y pinar. El cielo azul estaba manchado con alguna que otra nube blanca que rompía la monotonía. El conjunto era bello pero áspero como es Castilla.

A las ocho de la tarde llegamos a Coca por la carretera que accede por el famoso castillo. Este se yergue orgulloso como defensor de una población que se remonta a época preromana.

Tras dejar el coche fuimos a recoger las llaves al bar, junto a la puerta de la muralla, aprovechando para sentarnos un rato a tomar la primera "cervecita". Pese al calor, allí se estaba bien, respirando la tranquilidad reinante después del estrés del viaje.

A la media hora fuimos al albergue a dejar las mochilas y tomar posesión por una noche de este edificio puesto al servicio del peregrino. Este es la antigua casa del maestro, tiene dos plantas de suelo de madera que ha sido adecentado y rellenado con muebles y utensilios que me recordaban las casas de los años 60. Respecto a la última vez que dormí aquí (2004) ha mejorado mucho, tanto la decoración como la limpieza. Antes era tétrica, ahora, aunque humilde, es digno y entrañable.

Tiene tres dormitorios con tres literas cada una de ellas. Instintivamente nos colocamos cada uno en una habitación, todo un lujo para otros caminos.

Después del reconocimiento de la casa marchamos a dar una vuelta por el pueblo con la luz del atardecer. La tranquilidad era la nota predominante. Las gentes charlaban a las puertas de sus casas intentando disfrutar del frescor de la tarde. Nos saludaron un par de señoras al identificarnos como caminantes-peregrinos. Nos dieron cuenta de donde recoger las llaves sin que se lo pidiéramos. Eran todo amabilidad y curiosidad.

Cenamos en el restaurante "La Muralla", el mismo sitio donde comimos hace un par de semanas. Apetecible y cómodo lugar, dimos cuenta de una buena cena a un precio muy asequible.

Después de la misma reposamos en una terraza llena de familias que aprovechaban la brisa de la noche. Los niños corrían y chillaban entre las mesas, intranquilizando el conjunto, pero aún así estábamos relajados e ilusionados. La conversación rondó, como siempre, del camino próximo y de los pasados. Cada uno contaba sus anécdotas y peripecias, algunas oídas en más de una ocasión, pero daba igual; estábamos felices y no nos importaba demasiado la repetición.

Sábado 4/7/2009. Coca - Alcazarén.

Dormimos aceptablemente, si exceptuamos los ruidos de la madera y alguna luz que se encendía cuando no debía, los interruptores antiguos hacen estas faenas. Nos reímos de los fantasmas juguetones, aunque si hubiera estado sólo seguro que me hubiera preocupado más. Yo dormí profundamente, aunque hubiera podido estar un par de horas más. Era necesario madrugar para evitar la solanera del medio día.

La luz, previa a la salida del sol, iluminaba las paredes de la muralla y del castillo suavemente, resaltando la hermosura de los monumentos. Cauca dormía mientras que caminábamos hacia la cárcava del río Voltoya y Eresma.

Coca es una población con una larga historia, en cuyo origen estuvieron los vacceos, estos pueden ser considerados como el primer pueblo con presencia documentada estable en la Meseta Norte, en los tiempos históricos, con un origen celta. Posteriormente la ciudad paso por manos romanas, visigodas, musulmanas y, por fin, reconquistada por Alfonso VI en 1086.

Dentro de todos los monumentos destaca el castillo. Fue construido en el año 1453 por el ilustre obispo de Ávila, don Alonso de Fonseca, bajo la dirección del arquitecto Alí Caro. A su muerte la obra fue continuada por su hermano.

En el año 1462, en la población de Coca funcionaba una ceca de emisión de moneda castellana y portuguesa que servía para pagar la mano de obra que intervino en la construcción de la fortaleza.

Estuvo a punto de ser demolido por los comuneros como venganza del incendio de Medina del Campo ordenado por el obispo Fonseca.

Los últimos propietarios fueron los Duques de Alba, que en 1950 lo cedieron al Ministerio de Agricultura para que fuera Escuela Hogar de los Capataces Forestales.

Es un castillo militar de estilo gótico-mudéjar realizado en tapial y recubierto con ladrillo de color rosa, material empleado por los alarifes musulmanes. El conjunto está adornado con una rica decoración hispano-árabe, destacando las combinaciones de ladrillos, lacerías y temas geométricos, cuyos restos todavía pueden observarse.

Es impresionante su presencia y está en un buen estado de conservación. Además de este destacan los berracos prerromanos, la Puerta de la Villa (Siglo XII) y la torre de San Nicolás.

De esta última se puede decir que es una de las iglesias más antiguas de Coca, el primer dato documental conocido es de 1247. De ella sólo queda en pie una esbelta torre. Muy poco se sabe del trazado de su planta y de las características del alzado. En 1715 parece ser que ya no poseía feligreses, aunque seguía manteniéndose como ermita rural. A finales del siglo XVIII queda completamente en ruinas y actualmente forman un pequeño túmulo en torno a la torre.

La torre está construida en mampostería y ladrillo, ha conservado parte del enfoscado renovándose continuamente. Es un ejemplo más de arte mudéjar en Coca. Fechada a finales del siglo XII, se levantó muy poco tiempo después de que en Coca se asentaran contingentes mudéjares. La torre es una imitación de los minaretes islámicos, primando la austeridad de sus líneas.

Con estas visiones de monumentos, dignos de una visita detenida, bajamos hacía el río cercano al cementerio. La vista de la ciudad, con el sol levantándose y perfilando las casas, creaba un cuadro verdaderamente hermoso.

Es una salida muy bella entre pinares que nos acompañan durante tres o cuatro kilómetros. Tuve un cierto sentimiento de soledad con la compañía de los pájaros que empezaban a despertar. Los cucos y los picapinos despertaban los oídos con sus sonidos característicos.

Después de este tramo, el camino nos llevó a una llanura agrícola donde abundaban los regadíos y el cereal, a estas alturas del año ya dorado. Este año no tenían mucha altura pero si bien granados con el futuro pan. En algún campo vimos cuadrillas de trabajadores que se preparaban para la siembra en los regadíos.

Llegamos a Villeguillo sabiendo que las posibilidades de tomar un café serían casi nulas, aunque el pueblo haya hecho el esfuerzo de crear un albergue municipal. En estos pueblos la vida del bar comienza mucho más tarde.

La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol acabada en 1687 y su torre campanario de 1688, es el monumento más destacable. Responde a la tipología de iglesia del barroco de la zona, realizada de ladrillo cocido con muro levantado en tapial. El tamaño y la riqueza del templo denotan la importancia que en sus tiempos debió tener la población, hoy día no llega a los doscientos habitantes, de los que sólo vimos a uno que se movía con su tractor, mientras que el resto estaría durmiendo en esta mañana de sábado.

Se sale del pueblo igual que se entra, por unos enormes campos de cultivo que poco a poco nos dirigen al pinar. En este tramo se encuentra el límite provincial entre Segovia y Valladolid.

El día estaba nuboso y favorecía el caminar, al evitar los rayos del sol. Volvimos a los pinares arenosos que tanto dificultan el paso. Nos aprovechábamos de las rodaduras de los todo terreno y de los tractores para que fuera más sencillo el paso, aunque aún así no fue tarea fácil.

A las tres horas desde el inicio se hizo necesario un descanso bajo la sombra de los pinos. Sobre las agujas de los pinos reposamos un buen rato tomando alguna barrita que nos alimentara. Las sensaciones eran que estábamos solos, sin nadie en las proximidades. Era un placer disfrutar de los detalles que nos muestra la Naturaleza cuando nos paramos a observarla con detenimiento.

Después del descanso continuamos un kilómetro más hasta que alcanzamos la carretera comarcal C-112. La seguimos durante un pequeño rato hasta cruzar el río Eresma sobre el puente de Valdaba, para continuar entre pinares durante otra hora larga.

Antes de salir del pinar decidimos hacer otra parada, ya más corta.

Entramos en Alcazarén deseosos de tomar una cervecita, llevábamos 25 kms sin un lugar donde hacerlo.

El bueno de Klarín, a estas alturas del día un poco cansado y sediento, no pudo retener la boca cuando vio la primera plaza sin ningún tugurio que abasteciera nuestra necesidad de líquido, y se le escapó la frase del día:

-¡Dónde coño está el bar, niño!

En vez de un lugar donde saciar la sed nos recibió una magnífica Oficina de Turismo y Centro de la Tercera Edad. La mujer que lo atendía se deshizo en explicaciones de los servicios y lugares que visitar, así como de la historia. Entre otras historias nos hizo un detallado relato de la detención del famoso bandolero Luis Candelas, en un puesto de aduanas del puente Mediana situado en el camino real de Valladolid a Toledo, en el término municipal de Alcazarén.

Nos acompañó a recoger la llave del albergue a un bar próximo a la Iglesia de San Pedro.

Allí saciamos la sed con holgura para después ir al albergue, ubicado junto a la Iglesia de Santiago y la plaza del ayuntamiento. Este está en un edificio con un patio lleno de hierbas, con aspecto abandonado. Se entra por la cocina y tiene dos habitaciones, con un total de 6 camas. Estaba bastante sucio aunque suficiente para una noche. Tiene agua caliente para la ducha reparadora. Está un poco descuidado esperando que se abra el nuevo, que ya está construido y a falta de mobiliario, según nos dijeron los vecinos.

Tras soltar las mochilas y sin tiempo para ducharnos, fuimos a comer a "Casa Pepín", el único bar que da comidas caseras y apetitosas.

La tarde la empleamos en una reconfortante siesta y en visitar los monumentos. De estos destacan sus dos iglesias, ambas con un ábside románico mudéjar que impresiona por su belleza.

La de San Pedro, ha sido restaurada y convertida la iglesia en centro cultural. Sólo queda el ábside, el resto se encuentra sin tejado pero habilitado como espacio de teatro y exposiciones al aire libre. Es la más antigua, data del siglo XIII, su ábside exterior presenta tres cuerpos de arquerías de ladrillo sin alineación vertical.

La otra, se encuentra cerrada por el mal estado de sus cubiertas. Está datada en el siglo XIV, con estilo románico-mudéjar. Fue profundamente transformada en los siglos XVII y XVIII. Su ábside presenta en el exterior tres arquerías apuntadas de ladrillo con alineación vertical. Está en proceso de consolidación, dudaban los vecinos que se terminaran pronto las obras por falta de presupuesto.

Tienen una tercera iglesia, ya alejada del centro, que es la ermita del Cristo de Humilladero. Está es del siglo XVIII y su estilo barroco, con materiales que nos recuerdan el estilo mudéjar tan habitual en esta zona. En está fue donde dormí hace cinco años en su sacristía, toda una experiencia.

La tarde dio tiempo para todo, estábamos en los días más largos del año. La cena la hicimos en la terraza del bar "Pepín" que toma la calle como extensión del local. Fue agradable recibir el fresco después de un día caluroso.

A las once y media estábamos en la cama dispuestos a dormir. Este día fue muy agradable y caminero, donde disfrutamos de la Castilla auténtica.

Domingo 5/7/2009. Alcazarén - Puente Duero.

Dormimos tranquila y profundamente como se hace en el Camino. El esfuerzo, la naturaleza y el alejamiento de la realidad diaria ayudan a poder dormir ocho o nueve horas sin ninguna alteración. La despertada fue al unísono y no hizo falta insistir para preparar todo para la marcha.

Desayunamos en la cocina las vituallas que compramos el día anterior, teníamos claro que en estos pueblos pequeños los domingos sus gentes se levantan más tarde, y su bares todavía más. No nos importó demasiado para estar cuanto antes caminando, queríamos que el señor sol nos golpeara con sus rayos impenitentes cuanto más tarde mejor y para eso cuanto antes emprendiéramos la marcha, mejor.

Volvimos a recorrer las calles de Alcazarén, pero esta vez con una luz diferente. Es curioso como según sea la hora del día los edificios, las calles y los pueblos nos parecen diferentes y somos capaces de distinguir matices distintos.

Se sale por la Calle Larga que nos fue alejando poco a poco del centro. En breve tiempo desembarca la ruta en los campos de cereal y poco después atraviesa la N-601, carretera que lleva a Valladolid. Se continua un rato entre campos de cultivo, algunos de ellos de regadío, que se suministran con profundos pozos.

Después de una gran alberca, el camino lleva a un gran pinar que recorrimos durante una hora larga. Este es más fácil de andar y la arena no molesta tanto. Caminamos cómodamente pero con el silencio imperando en el ambiente, cada uno se abstraía con pensamientos íntimos, ayudados por la monotonía del paso tranquilo y la belleza natural.

A la hora y media llegamos a la famosa finca Brazuelas. Yo recordaba haberme sentado en un banco de piedra al lado de un cruceiro y de un par de hermosos árboles. Esta vez me sorprendió verlo a unos cien metros del camino, impidiéndonos el paso una puerta de hierro y una valla metálica. Me molestó bastante no poder volver a ver este elemento jacobeo, pero parece ser que los propietarios estaban molestos con la presencia de peregrinos. Desconozco las circunstancias que han llevado a desviar el camino y restringir la visión y disfrute de un elemento tan peregrino, pero estas cosas son pequeños atentados que se deberían pelear.

Siguiendo la valla metálica de la finca y los pinos circundantes fuimos acercándonos al puente sobre el Eresma, por el que discurre la carretera VA-404, que une los pueblos de Mojados y Matapozuelos. Después de seguir la carretera 200 metros se coge un camino amplio que termina próximo a la ermita de las Siete Iglesias y otro puente bajo que permite atravesar el río Adaja.

En este punto realizamos una pequeña parada para tomar oxígeno y tomar un pequeño tentempié. La sombra de los chopos y la abundante agua reconfortaba. Este es un hermoso lugar.

A los 20 minutos reemprendimos la marcha hacia Valdestilla, después de una pequeña rampa nos esperaban casi 40 minutos de solanera rodeados de campos de cultivo, abundaban los regadíos. El pueblo se ve de lejos pero se tarda un buen rato en llegar. El sol a estas alturas ya empezaba a calentar la sesera pero aún así aceleramos el paso, con la cabeza puesta en un buen desayuno.

Este pueblo tiene la típica tipología de un pueblo caminero, toca recorrerlo en toda su longitud aproximándose a los dos kilómetros. Nosotros paramos frente a las iglesia dedicada a Nuestra Señora del Rosario, en un bar más que apropiado para rellenar las energías gastadas. Fue un almuerzo completo, bocadillo esplendoroso, jarra de cerveza con limón, más bien grande, y café estimulante, para rematar la jugada.

Estuvimos una hora degustando y descansando. Ya habíamos pasado el tramo más largo, sólo nos quedaban los últimos 9 kilómetros.

El pueblo se nos hizo largo, y los dos primeros kilómetros después del puente agobiantes, se recorren por carretera por efecto de la construcción del AVE. Luego, aunque el sendero es pedregoso, se recorre más fácilmente.

Llegamos sobre la una de la tarde a Puente Duero. Esta población toma su nombre del puente medieval sobre el río Duero a partir del que surgió la localidad como lugar de postas o de parada en el camino. Este puente medieval fue volado por las tropas francesas en 1812. El nuevo que se construye a mediados del siglo XIX conserva el viejo trazado con su base de recios pilares, labrados en piedras, y con sus tajamares sobre los que montan los balconcillos para protección de los viandantes. Su estrechez no permite el cruce sobre él de dos vehículos, y el trazado en alzado del tablero, en lomo de asno, impide la visión de un extremo desde el otro, por lo que es necesaria regulación por semáforos para el paso.

En el coqueto albergue nos esperaba nuestro amigo Paco con un magnífico vinito que levantaba la moral y a la sombra se tomaba con placer casi lujurioso. Con la sensación del deber cumplido, aunque con la pena de tener que volver a la rutina diaria, nos fuimos a comer con el magnífico Paco. No faltaron anécdotas y recuerdos.

Después de comer marchamos para Madrid con mucha tristeza aunque ya teníamos prevista su continuación para levantar la moral, un frustrada por lo breve.

Los tres estábamos enamorados de poder revivir el espíritu auténtico peregrino. En otros caminos se están perdiendo las virtudes por un espíritu mercantil y vacacional, que violan la pureza y simplicidad de la peregrinación. Pero en el Camino de Madrid abunda la solidaridad y la sensibilidad caminera.

Klarin, Charlis, Uxama

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