Puente Duero - Medina de Rioseco
Puente Duero - Peñaflor de Hornija Si quieres descargar la ruta desde Puente Duero a Peñaflor de Hornija para verla en Google Maps o Google Earth(3D) pincha aqui
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4-5-6 de Septiembre del 2009
Puente Duero- Peñaflor de Hornija - Medina de Rioseco.
Presentación fotográfica del día
Viernes 4/9/2009. Viaje de Madrid a Puente Duero.
El traslado se hizo en Avant hasta Valladolid, el viernes por la tarde. Lo que iba a ser un viaje de apenas una hora y diez minutos se convirtió en uno de dos horas y una devolución del billete por incumplimiento de horario. Así mismo, la idea de llegar sobre las ocho se retrasó hasta las nueve y media. Todo iba con retraso. La verdad es que no nos importó, nos sentíamos en camino y eso siempre nos llena de dicha. El mayor apuro fue el retener a Arturo, presidente de ASOJA, en el albergue, ejerciendo de hospitalero, cuando ya se marchaba a casa al no haber llegado ningún peregrino ese día. Al pobre le pillamos justo cuando llegábamos y estaba cogiendo el autobús. La sensación camino la comencé a tener cuando pisé las instalaciones de ASOJA. Desde la puerta se distingue el amor puesto en este albergue sobre una casa prefabricada de madera. Es pequeña, pero tremendamente acogedora y dispuesta para el servicio del peregrino. El jardín está cuidado y puesto a disposición del caminante por unas personas que sienten devoción por las rutas jacobeas. Nada más llegar soltamos las mochilas y marchamos a cenar, un plato combinado y una ensalada, suficiente para reponer energías. Nada más terminar volvimos a nuestra casa caminera, nos daba apuro tener al hospitalero sólo después de haberle retenido para atender nuestras necesidades camineras. La noche era fresca y ventosa, había cambiado respecto a los últimos días que habían sido calurosos y asfixiantes. Estuvimos un buen rato charlando sobre el camino y sus peripecias. Se notaba que Arturo era un forofo y todo eran anécdotas y opiniones de cómo se encontraba el camino este año y la avalancha que se esperaba para el próximo. Compartimos una opinión de sobresaturación del Camino Francés y que había demasiados intereses para que esto continuara. Fue un rato agradable que se tuvo que interrumpir porque mañana nos esperaba un día duro e intenso. Sábado 5/9/2009. Puente Duero - Peñaflor de Hornija. Si no se hubiera molestado no habríamos metido nada en el cuerpo hasta Simancas. Es de agradecer la entrega de la asociación a los peregrinos dándoles una acogida llena de cariño y haciendo que su estancia en el albergue sea cómoda y agradable. Como caminante es de agradecer lo que se nos entrega desinteresadamente y es obligación mantener las instalaciones en el mismo estado, o inclusive mejor, que como no lo encontramos. Hay que ser justo y agradecer los esfuerzos desinteresados de las asociaciones. Después del desayuno y tras despedirnos de Arturo comenzamos nuestro camino. Atravesamos el puente sobre el Duero, con la luna aclarándose ante el incipiente sol que despertaba en el horizonte. Caminamos junto al río disfrutando de los últimos pinares y sufriendo también los últimos arenales. La temperatura era fresca y recurrimos a los polares para protegernos del relente matutino. Pronto se divisa Simancas y su castillo, pero cuesta una hora y cuarto llegar hasta ella. Poco antes se atraviesa un puente amplio de piedra sobre el río Pisuerga. En los próximos dos días no volveríamos a tener una extensión tal de agua. El puente es hermoso con sus 20 arcos. En las aguas pudimos ver patos que se solazaban en sus aguas mientras un sol poderoso reflejaba sus rayos dando un bello contraluz. Nada más atravesar el río comienza una cuesta que nos lleva al castillo convertido en Archivo General Histórico, lugar de conocimiento y conservación de documentos del reino. Las calles muy arregladas y limpias nos dan conocimiento de una preocupación por el bienestar de sus ciudadanos. Encontramos un bar lleno de gente que apuraba su desayuno, acompañándolo con una copa. Tomamos un café y unos bollos industriales de chocolate. La gente nos miraba con caras raras, los mochileros no éramos algo normal. Continuamos el camino subiendo una pequeña cuesta que nos llevó al primer páramo del recorrido, pasaríamos varios. Este primero es el más suave, pues tiene algunas ondulaciones que entretienen la vista y la cabeza. En otra hora y cuarto se llega al tranquilo pueblo de Cigüeñuela. Donde hicimos otra corta parada antes de pasar al segundo páramo. En estas tierras las montañas no existen y la línea del horizonte nos muestra una línea a la altura de nuestros ojos en los trescientos sesenta grados del paisaje. Los campos ya estaban cosechados y el sol, hoy acompañado de una ligera brisa que aliviaba, iluminaba de un monótono color dorado todo el paisaje. Sólo algunas líneas de alta tensión sobresalían de la monotonía. Se podían ver los postes hasta que desaparecían en la lejanía. Sin demasiado esfuerzo se podían ver 12 o 13 kilómetros de tendido en una líneas rectas que iban desde el horizonte de la derecha al horizonte de la izquierda. ¡ Qué gran diferencia con la última vez que pasé por aquí! Entonces los cereales estaban verdes y se movían en un mar de olas con toques rojos de amapolas. Hoy era una sensación desértica que creaba una monotonía propicia para la introspección y la meditación, cada época del año tiene un paisaje diferente y una belleza distinta, solo hacen falta unos ojos y una cabeza que sepan distinguir los matices. Pensé en los austeros, recios y francos hombres de estas tierras áridas que se parecen entre si. El hombre se parece al lugar donde vive. La Naturaleza imprime su sello en las diversas criaturas de una manera perfecta según el clima y el territorio. Estuvimos hora y media caminando hasta una cárcava que dio paso a un pueblo histórico y con un nombre que nos recuerda a uno de los reyes visigodos, y aunque sea una guasa a una marca de zapatillas, Wamba. Esta nos recibió con una blanca escultura del rey que da nombre al lugar. No pudimos por menos que piropearla y pedirla que posara para una foto. Feliz por los halagos no pudo por menos que dejarnos retratarla. Ya en el patio del bar nos cominos un enorme bocadillo de chorizo con un refrescante tito de verano. Allí se estaba bien, el patio era fresco y estaba jalonado por parras que sombreaban. La pereza nos inundó y las palabras se animaron hablando de nuestros sentimientos. Después de enormes soledades y sentimientos de pequeñez se disparan las lenguas para sentir la compañía de los congéneres. Estuvimos cerca de una hora que se hizo corta. Partimos despacio y con tiempo para disfrutar de la magnífica iglesia románica construida en 1195. Esta como en muchas otras en estos parajes, tienen un soportal anexado que es el punto de encuentro de los habitantes para charlar protegidas de la lluvia y del sol impenitente del verano. Es muy destacable el osario, que nosotros no pudimos visitar por la boda que se celebraba. El camino nos llevó obligatoriamente a otro páramo, si cabe más amplio que el anterior, con la diferencia que ahora el sol estaba más encendido y golpeaba con mayor fuerza y dureza. El algunos ratos me retrase de la conversación de mis compañeros. Me apetecía sentir los inmensos silencios que con elocuentes palabras manifiestan los campos de Castilla. Pensar en nuestras inquietudes es muy fácil cuando te rodean las amplitudes inmensas. Este pueblo nos recibió con los brazos abiertos y nos proporcionó todo aquello que nos hacía falta, comida y alojamiento. En el bar de la plaza preguntamos si se podía comer algo y con timidez nos propusieron y aceptamos un sabrosísimo cocido regado con un vino recio de la tierra que tuvimos que regar con gaseosa para aligerarlo. Estaba francamente bueno y abundante, y como no nos dejó amodorrados. Terminada la comida se acercó un abuelo que amablemente nos preguntó si éramos peregrinos y se ofreció acompañarnos a buscar la llave de la biblioteca, que era el lugar de acogida a caminantes. Mientras mis compañeros reposaban la suculenta comida acompañé a Galo, que este era su nombre, a casa de su sobrina, la alcaldesa, para recoger la llave. Durante estos cinco minutos me habló de su vida y de los tiempos de la guerra civil. Se sentía orgulloso de sus condecoraciones por haber sido herido. También me contó la dureza del campo y sus soledades actuales. La alcaldesa, una muchacha joven, le abrió la puerta con un cariño y simpatía alabables. Galo era el abuelo del pueblo y eso se notaba en la forma en la que todos le trataban. La alcaldesa nos remitió al teniente de alcalde que hoy sábado era el encargado de las llaves. Como no, Galo me volvió a acompañar con su paso tranquilo hasta las últimas casas del pueblo pasando por la báscula donde se controlaban los quintales de cereal recogido. Esta está en una bella plaza con jardines y bancos, presidiéndola una reformada ermita y un frontón cubierto. Sin pedir ningún tipo de documentación el teniente de alcalde me proporcionó las llaves de la biblioteca y las del frontón, para que pudiéramos ducharnos y me acompañó a visitarlos. Nuestro albergue hoy era una sala llena de pupitres y sillas de escolares pegados a la pared. Las paredes estaban llenas de mapas de España de cuando éramos pequeños. En el baño era donde estaba la litera dedicada a los peregrinos. Me pareció sorprendente la ubicación de la misma teniendo tanto espacio en la biblioteca. Era humilde pero suficiente para nuestras necesidades. Las duchas estaban en un frontón cubierto. El agua estaba fría, cosa que no nos importó demasiado después del calor padecido en la estepa. Nos dejaron las dos llaves sin solicitarnos documentación alguna, eran gente confiada que nos entregaban lo que tenían para que pasáramos la noche. Sentí profundo agradecimiento, siempre hay que agradecer lo que nos entregan, porque aunque sea huidle siempre representa que alguien ha pensado en los peregrinos y ha aportado su esfuerzo. Nos acoplamos en nuestro albergue sacando los colchones que colocamos en el suelo de la biblioteca, dejando el baño con la necesaria intimidad para que pudiera cumplir con su función. Charlis utilizó los aislantes y se acopló en el suelo. Fernando y yo dormimos en los colchones sobre el suelo, protegidos de la suciedad por unos plásticos. Después de la ducha reposamos un buen rato antes de dar una vuelta por el pueblo. Era destacable la Iglesia con dos estilos diferenciados y cuyo interior nos sorprendió un Santiago Matamoros y un San Roque, ambos de madera policromada que data del siglo XV. La cena, como no podía ser de otra manera después de una opulenta comida, fue ligera y a las once de la noche estábamos en la cama cansados pero llenas nuestras cabezas de imágenes del Camino. Domingo 6/9/2009. Peñaflor de Hornija - Medina de Rioseco. Pasé una noche mucho mejor que la anterior. La biblioteca era cálida y silenciosa. Nos levantamos con pereza y recogimos las cosas con parsimonia. Tomamos un ligero desayuno de batido y magdalenas, era muy temprano para que el pueblo tuviera algo abierto. Recorrimos el pueblo con las luces de las farolas mientras que el cielo comenzaba a clarear. Era un pueblo durmiente. Llevamos las llaves a la casa del teniente de alcalde y volvimos al camino con flechas. Se estaba bien con el polar puesto. Se comienza bajando hasta la carretera con una pendiente similar a la que tuvimos el día anterior. Se podían oír los pájaros despertando y en la lejanía unas ovejas balando a su pastor para iniciar su paseo en busca de alimento. Las luces de las estrellas y de la luna fueron apagándose poco a poco, para dar paso a un sol que aparecía en el horizonte. Enseguida, después de la bajada, se inicia una corta subida que nos dejó de nuevo en la infinidad del páramo, se veía de nuevo el horizonte. Contemplamos el desperazar tranquilo del amanecer en la Castilla dura y dorada. Fue hermoso ver como una rapaz que estaba durmiendo sobre el suelo, al oír nuestros pasos inició un vuelo de movimientos amplios y sin aparente esfuerzo hacia un sol rojizo. Fue emocionante observar ese momento único y de película. Al poco rato se llegó a un pequeño pinar y después a Castromonte. Atravesamos la carretera que lleva al monasterio de la Santa Espina. Vimos un letrero con la siguiente descripción: "La tradición asegura que a este monasterio fue entregada por doña Sancha de Castilla, hermana del rey Alfonso VII, una reliquia para su veneración, en la cual se contenía un trozo de la corona de espinas que portó Jesucristo en la Crucifixión y que sirvió como apoyo para su fundación. En origen (s. XII) este monasterio fue cisterciense conservándose de esa época la sala capitular, la sacristía y la biblioteca. También por esa época se inicia la construcción de la iglesia, pero ésta sufriría numerosas remodelaciones (XIII-XV-XVI) no quedando casi nada de lo que fue su primitiva fábrica. Este monasterio tuvo una gran importancia en la zona en el siglo XIV, edificándose sus dos claustros entre los siglos XVI y XVII. Un incendio sufrido en el siglo XVIII obligó a realizar nuevas modificaciones en el monasterio siendo de esa época la fachada monumental que se sitúa a los pies de la iglesia. Como consecuencia de la Desamortización (s. XIX) el monasterio perdió todas las obras de arte que atesoraba no volviendo a recuperar su actividad hasta finales de ese mismo siglo cuando se convierte en sede de una granja agrícola regentada por los Hermanos de La Salle que, a mediados del XX, se convertiría en Escuela de Capataces Agrícolas. También hoy acoge uno de los mejores museos etnográficos de Aperos." Teníamos el tiempo justo para desviarnos 10 kilómetros, pero prometimos volver a una visita detallada. En Castromonte han montado un nuevo albergue sobre las antiguas escuelas. Buena utilización que se ha extendido en los diversos lugares. La ausencia de escolares ha permitido tener estos espacios que con inversiones cortas pero muy esforzadas ayudan a los caminantes. En la Iglesia parroquial de la Purísima Concepción de Castromonte paramos un rato, los soportales acunados por los rayos del sol nos relajaron y calentaron. El pueblo estaba solitario y sólo alguna señora con escoba en ristre barría el tramo de calle de su casa. Los bares estaban cerrados pero una pequeña tienda nos facilitó pan, chorizo y fruta. Abandonamos el pueblo por la carretera de Villabrágima y, como no, tuvimos que pasar una nueva bajada y subida, ambas cortas pero pronunciadas. No distinguimos las flechas pero continuamos por la carretera que nos llevó hasta Valverde de Campos. Aquí como si de un juego fuera aceleramos el paso como si quisiéramos llegar pronto a destino. Apenas tenía circulación pero nos servía para entretenernos el tiempo que tardaban en llegar hasta nosotros los coches que veíamos aparecer por el horizonte. El páramo continuaba hasta poco antes del pueblo, que otro bajada nos colocó en poco menos de dos horas en el pueblo. Este no tenía tampoco bar pero aprovechamos los bancos de la plaza Mayor para reposar y almorzar. El chorizo era picante pero sabroso. Después utilizando las pequeñas sombras de los arbolitos desbrozamos un ligero sueño solo molestado por unas moscas pegajosas. Sobre las doce de la mañana continuamos el recorrido y nuestra amiga la llanura volvió a aparecer. El llano nos permitía ver perfectamente Medina de Rioseco y la torre de su iglesia de Santa María. Se hizo largo este tramo, por momentos nos pareció que el camino daba una vuelta innecesaria en vez de dirigirnos directamente a la población. Llegamos secos y en el hogar del jubilado no pudimos aguantar la tentación de ingerir un par de cervezas bien frías sentados en unas mesas a la sombra. Los píes agradecieron el descanso en la terraza. Después caminamos hacia el centro por una calle protegida con hermosos soportales. Pudimos ver el museo de la Semana Santa y la Iglesia de Santa María. Esta población es conocida también como la Ciudad de los Almirantes y hoy domingo paraba nuestra andadura de forma temporal, mañana tocaba volver al camino laboral y teníamos que esperar a la siguiente ocasión para continuar el Camino de Madrid. Volvimos a casa en autobús y llenos de imágenes y sensaciones.
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