Cercedilla-Pto Navacerrada-La Maliciosa
25 y 26 de Julio de 2008
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Esta es una ruta de ida y vuelta de aproximadamente 26,7 km, con una dificultad media-alta, pues tiene varios desniveles importantes (puerto de la Fuenfria, subida a Bola del Mundo desde el Puerto de Navacerrada y por último la bajada y la subida del Collado del Piornal que une Bola del Mundo con la Maliciosa) y su longitud es elevada, teniendo en cuenta que es una ruta de montaña.
Estamos en los típicos días veraniegos de Madrid. Fernando y yo quedamos temprano en la estación de Atocha para coger el tren con destino a Cercedilla. El viaje en tren se realizó sin ningún tipo de contratiempo y llegamos a Cercedilla un poco antes de las 10’30h. Salimos de la estación y animados por lo que nos esperaba, empezamos a caminar camino de las Dehesas de Cercedilla. El camino a éstas, o mejor dicho la carretera, durante estos 3 primeros kilómetros es un poco desalentador, ya que trascurre siguiendo el asfalto bastante transitado y con una ligera pero constante subida. Como a un kilómetro de Cercedilla, en la margen derecha de la carretera se encuentra una fuente, en la que paramos para llenar las cantimploras y nuestros amados y queridos camelbacks (la "camella" para Fernando o el "bibe" para mí). Seguimos caminando hasta que las casas empiezan a desaparecer y llegamos al centro de Atención de Visitantes que se encuentra a la entrada de las Dehesas. Este es una coqueta casa de madera en la que nos informamos de posibles rutas a seguir y nos dejaron un mapa para que nos orientáramos. Al lado del este centro se encuentra un mojón y un cartel informativo de nuestro amado Camino de Santiago, en este caso el de Madrid, ya que el mismo pasa por aquí para atacar la Sierra de Guadarrama por el puerto de la Fuenfría y tomar la Meseta Norte para encontrarse con el Camino de Santiago Frances en Sahagún. Se encuentran marcas del Camino, flechas amarillas, en la ruta que seguimos desde la estación de Cercedilla, y no nos dejaran hasta que coronemos el puerto de la Fuenfría y nos apartemos del Camino.
Una vez hecha la foto de rigor, seguimos por la carretera que sigue subiendo hacía las Dehesas. Después de aproximadamente un kilómetro de andar por la misma, en esta ocasión ya rodeado solo de pinos, llegamos al final de la misma, y al bar restaurante Casa Cirilo. Como era la hora del almuerzo y teníamos cierta “gusa”, para celebrar que la carretera afortunadamente se convertía en un camino, nos dispusimos a degustar una cervecita con el correspondiente pincho de tortilla.
Tras una media hora retomamos el camino, y después de cruzar la valla que impide circular a los vehículos por la pista forestal en la que se ha convertido la carretera, rodeado por pinos y acompañados por nuestras entrañables flechas amarillas y las marcas de puntos rojos, amarillos, blancos… de las diferentes rutas que trascurren por el valle de la Fuenfría. La ruta a partir de aquí se torna cada vez más empinada, y los “fuelles” empiezan a necesitar oxigeno. Siguiendo este camino empinado llegamos hasta el puente del Descalzo y comienza empinada la calzada romana. Este tramo de calzada es una de los más fuertes de la subida a la Fuenfría, puesto que es bastante empinado, y las piedras que componían la calzada hacen que haya que hacer un esfuerzo adicional para superarlas. En este tramo Fernando me saco unos cien metros, puesto que tuve que aminorar mi ritmo. Una vez superado este tramo, la ruta vuelve a convertirse en senda, esta vez más estrecha, que entre árboles de porte bajo, se encarama sobre las vertientes del valle, sobre los pinos y el arroyo de la Fuenfría, que se oye fluir en el fondo del valle, hasta llegar al Puente de Enmedio. En el mismo me esperaba Fernando, que como ya he dicho me adelante unos metros, y yo que estaba ciertamente agotado emplee, junto con Fernando, para descansar unos minutos y echar un trago de agua. Yo estaba ciertamente contento, puesto que ya nos quedaban pocos metros para coronar uno de los hitos de nuestra ruta: el Puerto de la Fuenfría.
Pero estos metros restantes no son precisamente un camino de rosas, otra vez retomamos la calzada romana, y por una fuerte subida, este tramo es muy parecido al que he descrito antes, de hecho mi memoria los confunde, coronamos el puerto. En este tramo, Fernando nuevamente se destacó, y cuando llegue a la cima del puerto allí se encontraba esperándome. El puerto de la Fuenfría tiene una belleza impresionante: a la derecha los Siete Picos, a la izquierda el Montón de Trigo, a nuestra espalda el valle de la Fuenfría y de frente se abren los pinares de Valsaín. Después del esfuerzo de la subida final tocaba descansar un rato, y así lo hicimos, con las consabidas fotos y los traguitos de agua del “bibe”. En el puerto podemos encontrar varios pequeños “monumentos” conmemorativos: al fundador de la Asociación del Amigos de Madrid del Camino de Santiago, un cartel informativo de la calzada romana, otro hito del Camino de Santiago… Fernando observó que bien que el día de Santiago, era 25 de Julio, hubiéramos caminado aunque fuera solo unos pocos kilómetros el Camino de Santiago. Pero a partir de aquí abandonamos nuestro querido Camino, que marcado por su hito correspondiente y que siguiendo un poco a la izquierda desde la subida al puerto se dirige hacia Segovia, puesto que nosotros tomamos la senda de la derecha, el Camino Schmidt, que a los pies de los Siete Picos nos llevaría al puerto de Navacerrada.
A partir de aquí, la ruta se vuelve mucho más cómoda, no tiene una tendencia de subida o bajada, aunque si tiene subidas o bajadas puntuales, y que entre pinos nos conduce al puerto de Navacerrada. A partir de este punto Fernando y yo ya caminamos juntos y entre alegre charla, pasando por la fuente de la Fuenfría, la bifurcación de la Senda Cospedes y al collado Ventoso, hizo que llegáramos a Navacerrada, en mi caso con cierto cansancio y hambre, puesto que era la hora de comer. El camino Schmidt llega al puerto de Navacerrada atravesando la pista del Bosque y se une a la carretera que da acceso a la residencia de Cogorros, a los pies de la pista del Escaparte. Estos últimos cientos de metros hasta el puerto son de carretera.
Llegamos al puerto a la hora de comer, y dispuestos a comernos un “buey con habas”. Vimos las cartas de los restaurantes y por fin nos decidimos por sentarnos en la terraza de Venta Arias. Protegidos del sol de julio por el toldo que cubre la terraza y con animada charla disfrutamos de una animada sobremesa acompañada de las correspondientes copas y chupitos y que nos hizo sentir como si estuviéramos de vacaciones en una playa del Caribe, y no a escasos 60 Km. de Madrid. La tarde pasó como un suspiro, y a las siete de la tarde, un poco tarde puesto que nos quedaba sobre una hora y media de luz, decidimos retomar la ruta subiendo a la Bola del Mundo. Rellenamos las cantimploras y los bibes, puesto que tanto en Bola del Mundo como en Maliciosa no hay agua (o si la hay no lo sabemos). Contentos y alegres, e incluso un poco achispados por las copas, tomamos las fuertes rampas que suben a la Bola del Mundo. Hasta el último tercio Fernando y yo subimos juntos, pero mis fuerzas comenzaron poco a poco a flaquear, y cuando llegamos a la pista hormigonada que sube a Bola, Fernando se destacó. Pasando por la estación superior del telesilla de la Bola, todavía quedan algunas rampas más hasta llegar a las instalaciones de los repetidores de TV que conforman la conocido silueta de la Bola, y que se encuentran en la cima de la Bola del Mundo, conocido también como el alto de Guarramillas. Fernando me esperaba aquí, y el sol comenzaba a ponerse. Una vez que nos volvimos a juntar, rodeando las instalaciones de TV, tomamos el camino de descenso al collado del Piornal. Este descenso es bastante brusco, con bastantes piedras en el camino, lo que hacía que una vez pasados los efectos euforizantes del alcohol mi estado físico comenzaba a caer. Como la luz se agotaba, ahora nuestra única prioridad era buscar un sitio donde vivaquear.
Terminamos descendiendo todo el collado, justo hasta donde comienza el ascenso a la Maliciosa. Allí, junto a un gran pluviómetro, a mano izquierda comienza una escorrentía, y siguiendo por ella unos 50 metros, ya casi sin luz encontramos dos pequeñas zonas planas en las que poder extender los sacos: acabábamos de encontrar la Suite Presidencial del Hotel de las Estrellas que nos iba a acoger esta noche. Casi sin luz natural y alumbrados por nuestro frontales disfrutamos de una frugal cena a base de sándwiches, fruta y terminamos con un batido de Cola Cao que nos sirvió para recordar nuestro Cola Caos Peregrinos que Fernando y yo tenemos por costumbre tomar antes de irnos a dormir cuando estamos de camino a la tumba del Apóstol. Una ve cenados, y en vista de que la película que ponían en la tele (jeje…) no era muy buena decidimos irnos a dormir. La noche, aunque de verano, estaba fresca, así que como estábamos a la intemperie me enfunde en el saco y me dispuse a dormir. Mi sensaciones es que esa noche no dormí muy bien, aunque Fernando me dijo que nada más meterme en el saco comencé a deleitarle con mis ronquidos. Lo que si recuerdo es que lo noche era oscura y que sobre las tres de la mañana, abrí los ojos y vi una tímida Luna cuyos rayos intentaban traspasar la cerrada niebla que nos rodeaba. A la mañana siguiente Fernando me comentó que también había dormido mal, y que en cierto momento notó que todo esta mojado y estuvo a punto de despertarme puesto que creía que estaba lloviendo, y teniendo en cuenta que estábamos en una escorrentía, si empezaba a llover y el agua comenzaba a correr por ahí, teníamos el peligro de ser arrastrados por la lluvia, pero todo quedo en la humedad condensada por una fría noche.
Desperté cuando el sol estaba ya en lo alto, pero como era pronto, decidí taparme la cabeza con el saco y seguí durmiendo. A las diez y media de la mañana, con un sol ya radiante me volví a despertar y ahora si me decidí a levantarme. Allí estaba Fernando, que también se acababa de levantar, sentado fumándose un cigarrito y esperando a que un servidor se decidiera a enfrentarse con el mundo. Una vez vestidos, y mientras desayunábamos, vimos a gente que ya se encaminaba a la Maliciosa, así que volvimos a emprender la marcha.
La subida hacía la Maliciosa tiene algunas rampas fuertes, pero la mayor dificultad quizás sea seguir la senda, puesto que la misma se pierde entre las piedras y los pequeños matorrales que pueblan las faldas de la Maliciosa. Tras unos 45 minutos de subida, llegamos a vértice geodésico que marca la cumbre, y despojándonos de las mochilas, de hacernos las fotos de rigor y de admirar el fabuloso paisaje que se observa desde allí, comenzamos a elaborar la marcha “cumbre” para la primavera del 2009: bajar a Canto Cochino (La Pedriza) desde la Maliciosa, puesto que estábamos viendo perfectamente la parte alta de la Pedriza y su camino de las zetas.
Una vez logrado nuestro objetivo, nos quedaba ver como iba ser el retorno: volver a la Bola, tomar el Collado de Valdemartín para bajar a Valdesquí y de allí a Cotos, o bien volver por donde habiamos venido hasta Navacerrada y allí coger el tren a Cercedilla y Madrid. Esta última fue nuestra decisión final, y volvimos a descender hacia el Collado del Piornal, donde habíamos dormido. Esta vez perdimos la senda de bajada y de repente me vi en medio de un enorme pedregal en el que era difícil caminar, así que me tuve que armar de paciencia y bajar estas rampas como pude. Nuevamente Fernando se adelantó y me volvió a esperar al pie del puvliometro gigante. Otra vez reunidos, nos dispusimos a subir las rampas que la tarde anterior habiamos bajado, pero esta vez conseguí subir prácticamente a la vera de Fernando. Una vez coronada la Bola de Mundo, y junto al vértice geodésico, Fernando compartió un pitillo con una pareja que allí estaba disfrutando del paisaje en este soleado día de finales de Julio. Tomamos la bajada hacía la estación del telesilla y allí vimos que se veía un coche y que ondeaba una bandera, lo que nos hizo suponer que estaría abierto el bar, así que animados por la esperanza de poder tomarnos cerveza fría: era sobre la 1 o las 2 del mediodía, el día estaba muy soleado y por esas alturas sin sombra el sol se aplicaba con todo el rigor y por último estábamos agotando el agua que la tarde anterior habiamos cogido en Navacerrada, nos hizo bajar a muy buen paso. Efectivamente, el bar estaba abierto, así que nos cogimos dos cervezas frías, y nos la tomamos tan a gusto en la pequeña terraza que estaba dispuesta. Otra vez el paisaje era maravilloso: se veía en primer plano todo el valle de la Barranca, con su hotel al fondo y más allá la planicie madrileña.
Saciada la sed, el hambre comenzó a surgir, así que decidimos bajar de nuevo al puerto de Navacerrada a comer. Deshaciendo los pasos de la tarde anterior, aunque esta vez de bajada, en unos 40 minutos nos encontramos otra vez en el puerto. Esta vez decidimos comer el restaurante Dos Castillas, servidos por dos simpáticas camareras gemelas.
Terminamos de comer y bajamos hacía la estación del puerto de Navacerrada, dispuestos a coger el primer tren que nos bajara a Cercedilla, y allí enlazar con el tren a Madrid. Una vez en el tren a Cercedilla, y recordando los tiempos mozos, decidimos tirar las mochilas al final del vagón y tumbarnos cual quinceañeros. En esta zona del vagón también se encontraban dos muchachas que fueron pilladas infraganti por el revisor sin billete, sin dinero para pagarlo y sin la humildad suficiente como para que el revisor se compadeciera de ellas, de tal manera que terminaron denunciadas y apeadas del tren en la estación de Camorritos, y nosotros como espectadores de primera fila. El fin de semana terminó en el tren de vuelta a Madrid, en mi caso rojo como un tomate por el Sol que me había dado, cansado pero satisfecho por el fin de semana serrano que nos permitió alejarnos de las preocupaciones de la vida en Madrid.
16 de febrero de 2009
Juan Carlos-Charlis
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